Sin prisas

El tiempo se desliza placidamente, sin hacerse notar, sin prisas, desperezándose con cuidado, casi parece somnoliento.
El repiqueteo del agua sobre la ventana, el beso de buenos días, el silbar de la cafetera y el olor a pan tostado, se acurrucan en una confortable cama transformada en un fortín, turnandose para abastecerse de comida y para acariciar sus cuerpos concentrándose, en que la suave linea de sus labios no se debilite.

Es un día simple, con un aire bohemio que acompaña al tiempo y con una sensación apacible y cálida entre los dos enamorados en los que su único fin es estar al lado del responsable de su felicidad.

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